Atentados de Paris, una hipótesis plausible

La cohesión social requiere de una causa; una causa requiere de un enemigo.
(Informe Iron Mountain)

21 muertos en un atentado en Iraq anteayer. El jueves, 43 personas murieron en Líbano en un atentado del ISIS. EL 4 de noviembre, 12 egipcios. La violencia sectaria en Libia -arrasada por la OTAN- ya ni es noticia. Y las atrocidades en Yemen, Iraq, Paquistán, Somalia o Palestina simplemente se silencian en los mass media, por aquello de que la mala conciencia debe ser cuidadosamente administrada.

 

Violencia de musulmanes contra musulmanes que nadie etiqueta como “suicidio del Islam” cuanto aquí se pregona el “sucidio de Europa” a cuenta de nuestra hospitalidad de barra libre. Cuando el chivo expiatorio es el Islam (sin matices sobre si el chiíta o el sunnita, el moderado o el radical, simplificando todo con etiquetas de fácil consumo) podemos explayarnos, como hacía anteayer el energúmeno que en Forocoches se preguntaba “¿Por qué cojones no arden las mezquitas en toda Europa?”.

En el último artículo que publiqué en septiembre en el blog decía textualmente: “La infiltración yihadista en Europa facilitada por la acogida de refugiados proporciona credibilidad a la atribución de la autoría de cualquier macro-atentado que ocurra en breve”. No pretendo jactarme de haber anticipado nada, dado que allí exponía la posibilidad de que un gran atentado tuviese lugar en suelo español. Erré en el lugar, aunque en respuesta a un comentario sí que aventuré que al culparse al ISIS, se buscaría un “modus operandi” distinto al atribuido a Al Qaeda, que en Madrid y Londres “se supone que” atentó contra el transporte urbano.

 

La masacre múltiple de París ha tenido por escenarios diversos locales de ocio, desde terrazas de restaurantes hasta el Estadio de Francia, como si sus autores buscasen castigar la despreocupación y las distracciones del burgués medio. Una bárbara pedagogia que cuadra bien con la salvaje ferocidad de los yihadistas.

En cuanto a la gestión del atentado, es obvio que la ciudadanía parisina, acogiendo en sus hogares a los conciudadanos imposibilitados de regresar a casa con el toque de queda, ha sido moral y organizativamente superior a los pusilánimes políticos que, con Hollande a la cabeza, primero han buscado su seguridad y luego el proyectar la imagen más favorable posible (Bush posando entre los restos del World Trade Center, Juan Carlos I difundiendo la grabación “B” la noche del 23-F o Hollande saliendo del bunker para revolotear entre los cadáveres del Club Bataclan son estampas de un mismo impulso). Pero estoy divagando.

 

El sacrificio orquestado en París cierra de momento el macabro guión pergeñado desde el momento en que “alguien” decidió que el enquistamiento de la situación en Siria exigía un cambio de estrategia y decidió inundar Europa de refugiados. Esa era la primera fase. El buenismo irresponsable presidió la acogida mientras que las voces de advertencia de que podía estársenos colando una “quinta columna” letal acarreaban al agorero histéricas muestras de rechazo. En España tuvimos incluso el sainetesco contraste de un ministro del régimen alardeando de cómo nuestro país cumplía misericordiosamente con el deber moral de acogida, mientras otro recelaba públicamente de la intachabilidad de algunos de nuestros huéspedes.

Ayer los medios anunciaban -como estaba en el guión- que el pasaporte caído que nunca falta en los escenarios de estos aquelarres -desde el 11-S hasta el tiroteo contra “Charlie Hebdo”- corresponde a un refugiado sirio que entró en Europa por Grecia hace un mes. Había que establecer una conexión siria, y como ocurre en estos casos, ya tenemos la pieza maestra que nos conducirá en cuestión de dias a recelar de todos los extranjeros que hemos acogido, y que proyectará sobre los más hospitalarios el estigma del colaboracionismo. El tercer acto de este filme de terror (“Invasión, división y fractura”) está por definirse, pero ya no hay unidad posible entre los europeos.

Desde 1945 habíamos alejado los frentes de batalla de nuestro suelo, nos habíamos sentido seguros y protegidos y habíamos cargado la factura de la descolonización a los descolonizados. Si algún conflicto local se convertía en excepción -Bosnia, por ejemplo- era siempre fuera de las fronteras de la U.E. La única forma de guerra dentro de nuestras fronteras era el terrorismo, que desacreditaba las causas independentistas, extremistas o anti-sistema en general (“Todo lo que no sea suscribir mi discurso es favorecer a E.T.A.”, ¿les suena?).

Permítanme contarles una historia sobradamente contrastada sobre terrorismo. Para no tocar sensibilidades cercanas, viajaremos al Iraq invadido por la coalición occidental del autoproclamado “eje del Bien” (ejem):

El 2 de agosto, el periódico británico UK’s Express informó que las fuerzas especiales británicas se estuvieron disfrazando como yihadistas del Estado Islámico (EI) y que condujeron operaciones en Irak y Siria. Describiendo estúpidamente la táctica como “poco ortodoxa”, los periodistas del Express dijeron que “más de 120 miembros del regimiento de élite se encuentran actualmente en el país devastado por la guerra”.

El martes 20 de septiembre de 2005, fue un día extraordinario en los medios de comunicación occidentales convencionales. Durando los pocos minutos que se necesitaban para leer los informes sobre el rescate de dos operativos militares británicos en una cárcel de Basora el día anterior, la esencia de la naturaleza del Estado británico moderno estaba en exhibición para que todo el mundo la pudiera ver, si el mundo estuviera dispuesto. La mayoría de la gente no lo estuvo, y no lo está, por supuesto. ¿Y quién puede culparlos? Es una imagen desagradable.

“Yihadistas” capturados por la policía iraquí que resultaron ser miembros
de las fuerzas especiales británicas. ¿Sigues sin creer en “falsas banderas”?

La imagen de arriba muestra a dos “desafortunados” miembros británicos de los Servicios Especiales después de su detención por la policía iraquí en Basora. Los hombres dispararon contra civiles y policías antes de tratar de huir de la escena, vestidos completamente con atuendo árabe y conduciendo un coche civil lleno de explosivos. Si todo hubiera ido conforme al plan, poco después una bomba hubiera estallado en algún lugar de Basora matando a decenas de civiles, “al-Qaeda” habría tenido la culpa, y la imagen de los militares británicos como “defensores de la paz” y “combatientes contra terroristas” en Irak se abría asegurado.

Pero esta era una de esas raras ocasiones en que las cosas no van según lo previsto. De hecho, se pusieron muy mal.

Rescate, a sangre y fuego, de los terroristas ingleses

Los dos aspirantes a terroristas fueron detenidos, confesaron quienes eran y admitieron estar llevando a cabo una “tarea especial de seguridad”. Las autoridades iraquíes cometieron luego el gran error de informar a los comandantes británicos que los hombres fueron detenidos en la comisaría Jamiat de Basora. Poco después, llegaron hasta 10 tanques británicos y varios vehículos blindados y helicópteros de apoyo, rompieron el muro del centro de detención y extrajeron a los hombres. Después, los miembros de la milicia del Ejército Mehdi de Irak se enfrentaron a las fuerzas británicas alrededor de la instalación, y quemaron un transporte de personal y un vehículo blindado. Un vídeo del incidente mostró decenas de iraquíes rodeando a los vehículos británicos blindados y lanzando bombas de gasolina, rocas y otros escombros hacia ellos. Al menos siete civiles iraquíes murieron y decenas resultaron heridos como resultado.

No hay necesidad de explicar lo que estaban haciendo los dos hombres, además de citar a las autoridades británicas, quienes dijeron a sus contrapartes iraquíes que los dos soldados estaban “realizando una misión oficial”. Sin embargo, la pregunta interesante es ¿cuántos de los cientos de ataques terroristas y atentados similares de “Al Qaeda”, que marchitaron a Irak durante los años de ocupación occidental, también eran el trabajo de agentes secretos británicos o estadounidenses llevando a cabo “misiones oficiales” como éstas?

Ken Masters, “suicidado” por acercarse demasiado
a la siempre incómoda verdad

Ken Masters fue enviado a Irak en abril de 2005 como el oficial al mando en la Investigación Especial Branch (SIB por sus singlas en inglés) de la Policía Militar Real. Estuvo encargado de la investigación de cualquier posible delito cometido por las fuerzas británicas, desde homicidios ilegítimos hasta robos o embriaguez en servicio. En esta capacidad, el capitán Masters era responsable de investigar las circunstancias de la detención de los yihadistas de los servicios especiales ingleses en Basora el 19 de septiembre. A las 5:20 de la mañana del 14 de octubre, cinco días antes de que finalizara su período de servicio, el capitán Masters envió un correo electrónico a su esposa. “No puedo extenderme mucho ahora. Tú y las niñas me mantenéis hacia delante, te lo puedo asegurar. Os amo mucho a todas. Muchos abrazos y besos, papá.” Al parecer estas fueron sus últimas palabras. A las 7:00 horas de la noche siguiente, sus compañeros oficiales lo encontraron ahorcado en su habitación. AIG, la aseguradora estadounidense contratada para la prestación de seguros de vida a los soldados británicos en Irak, se negó a aceptar la responsabilidad por muerte de Masters, ya que “no se aceptó que su muerte ocurriera durante el servicio”. Claramente Masters murió de servicio pero no para la política británica de atentados terroristas falsos y otros crímenes de lesa humanidad en Irak. (Fuentes: http://www.express.co.uk/sott.net)

La historia nos pilla lejos, pero reúne los ingredientes esenciales del terrorismo al que recurren con demasiada frecuencia los operativos militares y de inteligencia occidentales: simular ser el enemigo al que se busca culpar, golpear inmisericordemente y no dejar demasiadas huellas (aunque a veces hay “chapucillas” como la relatada). Y si algún investigador honesto se acerca demasiado a la verdad, se le “suicida”, como le ocurrió al comisionado policial Helric Fredou, de la Policía Judicial francesa, quién estaba investigando el atentado contra la revista “Charlie Hebdo”.

Claro que caben variantes, como el recurso al clásico “cabeza de turco” que, una vez abatido o “sucidado” no habla. Los ingenuos “terroristas” que en Londres (7J) fueron contratados para lo que ellos creían que era un simulacro y a los que se hizo volar por los aires son el ejemplo paradigmático.

Pero aún podemos pensar en el atentado previsto y consentido, en el que fanáticos que además de la vida ajena desprecian la propia hacen el trabajo sucio. Células durmientes como la que perpetró la masacre de París. Una masacre muy oportuna para justificar la toma de medidas que se presentan como antiterroristas, pero que obedecen a instar a Francia a cumplir ciertos compromisos, los contraídos en la cínicamente llamada “Conferencia del grupo de amigos del pueblo sirio” que tuvo lugar en Ankara en abril de 2012 y que llevó al acuerdo sobre el futuro reparto de las riquezas sirias entre los países miembros de la coalición anti-Assad.

El tonto útil, un chollo para los
servicios secretos

Como recuerda el artículo Siria: en el corazón de las tineblas, aquel encuentro fue el preludio de una escalada geométrica de la violencia en el país, cuyo corolario fue la aparición en escena del ISIS, un títere de la OTAN que sirvió para justificar la intervención, siempre “humanitaria”, faltaría más, de Occidente, que pese al publicitado horror de los fanáticos no tiene reparos en comprar el petróleo que este grupo roba a la nación siria.

Este ISIS es el que ha reivindicado los atentados de París. Lo que no debemos perder de vista es que incluso Estados Unidos, por la viperina boca de Hillary Clinton, ha reconocido que hablamos del producto final de la manipulación externa de la insurgencia siria: “Financiamos mal a rebeldes sirios y surgió el Estado Islámico” declaró cínicamente la ex-secretaria de Estado en agosto del año pasado. Una vez más, el Imperio ha fabricado a sus propios “enemigos” (ya lo hizo antes con Al Qaeda).

Llegamos así a lo que entiendo que es la clave de todo esta infamia: el enemigo pre-fabricado a medida debe resultar convincente, porque, a diferencia de los regímenes totalitarios, las democracias necesitan justificar su política geoestratégica ante la opinión pública, decir a la ciudadanía “les golpeamos para devolverles el golpe que ellos nos han infligido”. Una masacre de vez en cuando es el modo de “presentar” en sociedad a estos grupos terroristas tan útiles: 3000 muertos el 11-S, 191 el 11-M, 52 el 7-J, … acciones sobre las que planea algo mas que la sospecha de ser auto-atentados facilitados -si no ejecutados- por servicios secretos occidentales (y, como dijo entre líneas Aznar, por nadie que morase “en montañas remotas o desiertos lejanos”).

No es descabellado pensar que una mano negra, atenta a la simbología numérico-cabalista, envió un mensaje al gobierno francés a través de lo ocurrido en París. Había -por usar la terminología de E.T.A.- que “poner muertos sobre la mesa”. Una sociedad civil tan cohexionada como la francesa respondería con el respaldo unánime a las medidas de respuesta que arbitrase Hollande. PROBLEMA-REACCIÓN-SOLUCIÓN. La misma jugada que desde el 11-S tan buen resultado está dando.

¿Qué lógica criminal es la que sentenció a más de 120 ciudadanos pacíficos a ser sacrificados en el altar de la estrategia neo-colonial de Occidente? La que hace que las víctimas inocentes deban ser vengadas. Cuando el Airbus A321 ruso fue derribado sobre el Sinaí por un misil facilitado por Occidente, Rusia obtuvo su cuota de legitimidad moral -según esta inhumana y desquiciada lógica- que hace que su encarnizamiento contra la insurgenCIA siria esté respaldada por el hecho de combatir a un enemigo capaz de masacrar a civiles. Y dado que la coalición anti-Assad no está dispuesta a permitir que Rusia ponga en evidencia su dejadez respecto al ISIS en este tiempo y deje en fuera de juego a los que hasta ya habían previsto el reparto de las riquezas de Siria, el modo de equilibrar la balanza es, sencillamente, ejecutar otra masacre que movilice a la opinión pública, haciendola exigir una mayor implicación militar, que podría llegar al envío no ya del portaviones Charles de Gaulle a Siria, programado para el 18 de noviembre, sino de tropas terrestres, como empieza a sugerir el gobierno galo.

“Hollande, majete, ve tomando posiciones que tenemos
enfrente a los rusos, y cuanto más seamos mejor”
(con aliados así, no hacen falta enemigos)

El “recordatorio” a Hollande de que se esperaba mayor implicación por su parte en el conflicto sirio se hizo de un modo nada disimulado: el propio presidente francés se encontraba en el Estadio Nacional de París cuando fuera del mismo se produjeron tres explosiones. Los hombres-bomba que los ejecutaron no iban detrás de producir víctimas -solo hubo una víctima civil durante esta acción-, sino de crear pánico entre los asistentes al amistoso Francia-Alemania. La matanza sería a bastante distancia mediante seis acciones ejecutadas con precisión militar por otros dos comandos.

La torpe declaración de Hollande tras ser evacuado de Saint-Denis en helicóptero fue “Sabemos quienes son y de donde vienen estos terroristas”. ¿Cómo? Más significativo aún es su “Es un acto de guerra planificado desde el exterior con complicidades en el interior”? ¿Tal vez las de unos servicios secretos infiltrados por quienes sirven a macro-potencias extranjeras y no a la ciudadanía?

La justificación para las medidas que a partir de ahora tome el gobierno francés le ha sido servida. Una mafia que desde la sombra gobierna el mundo y que no responde ante nadie de sus acciones le ha transmitido: “Si no masacra usted a gente inocente en Siria volveremos a masacrar a gente inocente en Francia”.

(posesodegerasa)

http://astillasderealidad.blogspot.com.es/2015/11/atentados-de-paris-una-hipotesis.html

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