El FMI propone a los gobiernos que desplumen a la gente

 

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Se va cumpliendo la agenda prevista de la que he hablado aquí en muchas ocasiones. Sólo hay dos maneras de salir de este embrollo: robar a la población o impedir que los políticos sigan robando y malversando cantidades inmorales de dinero. Como son los políticos los que eligen, no es de extrañar que se decanten por la primera.

El Fondo Monetario Internacional ya propone la confiscación descarada del patrimonio de la gente, patrimonio que por cierto ya ha pagado muchos impuestos cuando ha sido generado. Aquí lo explican con detalle.

Aquí hay otro que simplemente propone cancelar la deuda, aunque no lo escribe en el noble idioma que lanzó al estrellato la literatura sobre la picaresca, sino en un lenguaje extraño.

Mi pronóstico es que, cuando aplicando las recomendaciones del FMI desvalijen a la gente, la “borremasa” no va a mover ni un dedo, incluso fingirán no darse por aludidos. Tengo una teoría sobre las causas de la pasividad de las víctimas, y es la siguiente:

LAS GENERACIONES ABASTECIDAS

La raíz del problema viene de que en la mayor parte del “mundo desarrollado”, las últimas dos generaciones no han sido educadas, sino meramente abastecidas. En vez de enseñar a los hijos a sobrevivir ante los cambios y situaciones nuevas, los padres se han limitado a abastecer a sus vástagos de todas sus necesidades. Y, lo que es peor, los padres les han concedido también los caprichos más inútiles y peligrosos a sus jóvenes retoños. Cuando a alguien le dan todo lo que pide desde que nace, sin importar lo absurdos o inmorales que puedan ser sus deseos, acaba pensando que su destino es haber nacido sólo para que sus caprichos sean satisfechos, y que el resto de gente que le rodea han sido puestos ahí por Dios para servirle a él y materializar sus órdenes.

Como la mayoría de los padres sólo piensa en primer grado, sólo analizan los resultados a corto plazo de la relación con sus hijos. A corto plazo, lo más fácil, cómodo y agradable para todos es darle a los hijos todo lo que pidan. Te evitas rabietas, disgustos y, lo más importante, los hijos le dicen a los amiguitos que sus papis son unos colegas muy guays. Lo cual es muy importante para padres inseguros de sí mismos que necesitan la aprobación de todo lo que hacen. Además, no quieren que les etiqueten de padres anticuados que aplican a sus hijos la más mínima disciplina, pues los niños se podrían traumatizar y les costaría un dineral en asistencia psicológica. Ese tipo de padres nunca se para a pensar que está arruinando miserablemente el futuro de sus hijos al no inculcarles una escala de valores con la que puedan convivir en armonía con el resto de la sociedad.

El mayor problema con las personas abastecidas desde la infancia es que les falta el motivo para hacer cualquier cosa. Si siempre lo has conseguido todo sin tener que hacer nada a cambio ni esforzarte, ¿por qué tendrías que hacer algo que no te apetece o te resulta desagradable? Si el dinero te ha caído del cielo sin ningún esfuerzo ¿cómo puedes saber lo que cuesta de ganar o el valor real que tiene?

Mientras duran los padres y sus recursos, las personas abastecidas no tienen muchos problemas, pero ni los padres son inmortales ni sus recursos infinitos. Llega un día en el que el genio de la lámpara que concede los deseos se apaga. Entonces, estos jóvenes abastecidos desde la infancia, que ya no son tan jóvenes y que están empezando a estar desabastecidos, miran a su alrededor buscando a alguien que le prometa abastecerlos el resto de su vida y, para su desgracia, lo encuentran. Allí hay frente a ellos a un político que, a cambio de su voto, les promete que vivirán como reyes, pero sin tener el riesgo de  accidentes de esquí como el otro Rey. Lógicamente, aunque saben seguro que lo que les prometen es mentira, aceptan la promesa sin vacilar, pues si no lo hicieran tendrían que enfrentarse a la situación más temida por ellos: afrontar la realidad y responsabilizarse de su propia vida.

Cuando en un cercano futuro se hace evidente que el político no va a cumplir lo que ha prometido (es lógico, pues ya se sabía que lo que prometía era imposible), las personas abastecidas no reaccionan, se quedan paralizadas física y mentalmente. No están enfadadas porque les han engañado (pues ya sabían que era mentira), tampoco quieren vengarse cambiando de partido político (pues son abastecidas, pero no tontas, y saben que todos los partidos son igual de mentirosos y corruptos). Sencillamente, están aterrorizadas ante la perspectiva de no encontrar ninguna otra excusa para seguir viviendo dentro de su fantasía.

Asumir sus responsabilidades y tomar las decisiones sobre su vida es lo más desagradable que pueden llegar a imaginar estas personas. Esos asuntos les dan tanto pavor que prefieren ser aconsejados por médicos enfermos, gestores privados de patrimonios sin un duro, administradores públicos corruptos y consejeros matrimoniales divorciados, antes que hacerse cargo de sus problemas.

Los de arriba conocen todo eso y saben que pueden robar impunemente a la borremasa. No en vano fueron ellos los que implantaron la debilidad y la estupidez en los progenitores de estas generaciones, creando una sociedad acomplejada. Para conseguirlo usaron el adoctrinamiento del “pensamiento políticamente correcto” y se aprovecharon de los defectos atávicos para someter la voluntad de la mayoría.

Espero que el achipramiento no os produzca demasiado cabreo. Tened en cuenta que los venenos que segrega la ira son muy perjudiciales para la salud.

El hombre, con sus hábitos,

pone en marcha las fuerzas que acaban por destruirlo

Pitágoras

Por Francisco Llinares

http://www.rankia.com/blog/llinares/1990787-fmi-propone-gobiernos-que-desplumen-gente

1 comment

  1. sunrises

    Con lo mal que andamos de tiempo y hay que registrarse para hacer un comentario. Me he animado a hacerlo porque me parece una concepción limitada el pensar que los adultos de hoy en día somos pasivos porque nos abastecieron.

    Principalmente lo somos porque tanto el Estado (léase servicio militar y colegios con su sistema educativo y noción de la disciplina) como las familias se encargaron de grabarnos en nuestra piel día a día, durante al menos diez años de nuestras vidas, que debemos sumisión y aceptación. Primero a los padres y luego a los profesores, más tarde a los militares superiores en rango, a la policía y a la ley, y por extensión a los políticos. Y eso era así hicieran lo que hicieran todos.

    En nuestra infancia habremos tenido bienes materiales, pero un poder de decisión nulo y una autoestima muy baja. Éramos el último mono, sin derechos, a los que se trataba sin ningún respeto ni consideración. Llenarnos de cosas para que no diésemos la lata no es tenernos consideración ni respeto, más bien al contrario.

    Con esas premisas, ahora de adultos nos creemos incapaces de cambiar nada. Por eso no nos movemos, aunque estemos pasando hambre.

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