Limpiando tu propio Mundo


Una capa del mundo puede contener tanto matices luminosos como oscuros. Todo depende de cómo una persona construya la imagen de sus pensamientos, cuanto más cosas negativas, más sombría la realidad. Y cuanto peor las cosas están yendo, más ‘inaceptación’ se acumula, lo cual, debido a un mecanismo de retroalimentación, hace la capa aún más oscura.

Se deriva de todo esto que tu realidad aparte, igual que tu cuerpo, debería mantenerse limpia. Todos los pensamientos negativos tienen que ser resuelta y despiadadamente arrojados fuera, de modo que no estropeen tu mundo. ¡Fuera!  Igualmente, deberías sacar la basura y limpiar tu casa frecuentemente. Necesitas deshacerte de cualquier desperdicio tirado por ahí. De lo contrario, por mucho que lo intentes, las cosas estarán siempre mal.

Sin embargo, hay un tipo de basura que tú eres incapaz de tirar simplemente de tu mundo. Esta está compuesta primariamente de sentimientos de culpa, luego de sentimientos de insuficiencia, dudas, preocupaciones, miedos, disgusto, acusación, aversión y peores expectativas. Son como una enfermedad de la que estarías  feliz de deshacerte, pero no puedes. De ahí que tendremos que tratarlos.

Pero tenemos remedios. Imagínate el  siguiente  cuadro:

Una  persona, junto con su mundo, sale en un autobús mágico a un lugar donde los sueños se hacen realidad.

 

Así, querido, que aquí vamos , salimos a conseguir tu juguete.

Sí, mundo, ¡es estupendo!

 

El divertido viaje promete mucho, Todo va a ser magnífico ­ ¿qué más quieres? Pero la ansiosa mente no está  acostumbrada  a eso; está siempre buscando problemas por ahí. ¡Porque todo no puede ser un camino de rosas!

 

¡Eh, detén el autobús! Yo creo que esa gente honrada me está juzgando. Tenemos que llevarlos con nosotros para hacer enmiendas.

No te preocupes por eso, querido. ¡Quítate ese absurdo de la cabeza!

No, no, tenemos que llevarlos; si no no voy a ser capaz de relajarme.

 

El autobús se detiene, y algunos tíos falsos entran, e inmediatamente empiezan a quejarse y a hacer exigencias a nuestro hombre:

 

¡Somos tus jueces!

 

Esto no se puede evitar, de modo que el autobús sigue adelante. Con todo, las cosas no están demasiado mal, pero el hombre está todo nervioso.

 

Mira ahí [dice él al mundo] ­ ¡qué gente más maravillosa! Llevémoslos con nosotros, ellos serán mis modelos.

Perdóname, querido, ¿pero para qué necesitamos compañeros añadidos?

 

El mundo hace inútiles intentos de objetar, pero es obligado a estar de acuerdo, y el

autobús se llena de individuos arrogantes, cuya toda apariencia demuestra al hombre que

él nunca será tan bueno como ellos:

 

Somos tus ideales.

 

Mientras más avanza la carretera, Miedo, Preocupación, Duda, y Peores Expectativas están

ya intentando hacer autostop. Y nuestro hombre, por supuesto, trata de razonar con un aire

de listo en la cara:

 

¿Quizás estos sabios viajeros nos mostrarán la dirección correcta y nos evitaremos dar un mal paso?

Como tú desees, buen hombre [concuerda el mundo mientras deja entrar a la ruidosa

gente].

 

¡Somos tu sentido común!

 

Con sus sensatas quejas esa gente convierte todo el viaje en un infierno sobre ruedas.

Además de todo eso, la carretera es bloqueada por Disgusto, Crítica y Aversión. El hombre no haría nada por evitar encontrárselos, pero el mundo ya está acostumbrado a llevar a todos a quienes la mente dirige su atención. Esos  desagradables imbéciles revientan a través de las puertas con rugidos de risas, gritando:

 

¡Somos tu peor pesadilla!

 

El hombre sería feliz deshaciéndose de estos molestos compañeros, pero es demasiado tarde. El autobús está atestado y no puede moverse ya más. Manipuladores, ídolos  de cartón, protestones histéricos, consejeros y algún que otro gusano lo han arruinado todo.

¿A quién hay que culpar? ¿Por qué llevarlos?

 

El más destructivo de toda esta basura es el sentimiento de culpa. Si es consciente o no, no importa. Si notas que el mundo te está castigando o humillándote, comportándose como ridiculizándote, tratando de hacerte someter, entonces tienes todos los síntomas de la enfermedad.

Echa fuera esta infección arrancándola. La culpa es un desvergonzado invitado en tu casa que se hunde en tu sillón con los pies sobre la mesa, y te dicta sus condiciones.

Tú eres bastante capaz de arrojarlo fuera, si te haces consciente del hecho de que eso está en tu poder. Incluso si tú realmente has hecho mal, tienes derecho a pedir perdón sólo una vez.

La culpa da lugar al castigo en todo tipo de formas, desde pequeños trastornos a grandes problemas. Te puedes cortar un dedo, o podrías tener un accidente. Así es cómo la plantilla de la visión del mundo de una persona funciona: un acto debe ser seguido de castigo, y el alma  y la mente juntas son completamente unánimes.

Además, la culpa tensa fuertemente la polarización. Como resultado, las fuerzas equilibrantes atraen todo tipo de infortunios sobre ‘el que ha admitido su culpa’. Y el más fastidioso de todos los infortunios son los manipuladores, que se pegan a ti como pesadas moscas. Ellos se han hecho  realmente buenos en inducir culpa en sus ‘clientes’. Si una persona tiene tendencia a cargar con culpa, un manipulador hará de todo para cargarle con más.

El complejo de culpa es instilado en nosotros desde fuera cuando aún somos niños. Los adultos a veces utilizan métodos prohibidos para hacer obedecer sus encargos. Si un niño permanece mucho tiempo al cuidado de un manipulador típico, es insertado una especie de microchip en su inestable psique  un microchip en forma de un inconsciente sentido del deber o una obligación de desprenderse de lo que ha sido encontrado culpable.

La persona  ‘programada’ es condenada a llevar esta pesada cruz y  a seguir siendo una marioneta en manos de los manipuladores, en tanto que este microchip permanezca en su subconsciente.

¿Pero cómo lo quitas? No puedes ahogar la culpa, y deshacerse de ella como si nada es imposible sus raíces están demasiado profundas. Tu alma y  tu mente han empleado mucho tiempo viviendo con el sentimiento de que tú siempre le debías a los demás. Y sacarlos de este estado sólo puede hacerse a través de un conjunto específico de acciones.

A saber, tienes que dejar de justificarte. Este es un caso donde tratar la enfermedad como consecuencia elimina sus causas. Tú no necesitas convencerte a ti mismo de que no le debes nada a nadie. Sólo observa lo que habitualmente haces, necesitarás vigilancia para esto. Si antes tenías el  hábito de disculparte a la menor provocación, entonces ahora deberías desarrollar un nuevo hábito: explica tus acciones sólo cuando sea realmente necesario.

Tú no necesitas convencerte a ti mismo de que no estás obligado a hacer algo. Deja la culpa estar dentro de ti. Pero no la muestres al exterior. Los manipuladores ya no sacarán el mismo rendimiento de ti, y gradualmente te dejarán tranquilo. Al mismo tiempo, poco a poco, tu alma y mente empezarán a acostumbrarse al nuevo sentimiento: no estás justificándote, sino actuando como si del modo que eres es como deberías  ser, y consecuentemente, tu culpa simplemente no está ahí.

Como resultado habrá  cada vez menos razones para la ‘expiación’. Así es cómo, por medio de un bucle retroalimentado, la forma externa pone tus contenidos en orden poquito a poco los sentimientos de culpa desaparecerán, y así lo harán todos los problemas 

 

Extraido del libro Reality Transurfing Vol5 de Vadim Zeland


Deja una respuesta

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
Follow

Get every new post delivered to your Inbox

Join other followers