A la sombra de las pirámides


Por Angel Rodríguez Alvarez

Determinados personajes de la Antigüedad han despertado siempre mi curiosidad por encontrarlos extremadamente enigmáticos en su comportamiento y por el papel fundamental que algunos de ellos tuvieron en el desarrollo de algunas culturas, cuya evolución, a través del tiempo, tiene una especial significación en el desarrollo social de la Humanidad en la actualidad. Es decir, que lo que hicieron entonces, nos afecta  ahora, directa o indirectamente.

Me refiero a personajes como Moisés, Abraham, etc.

Siempre he pensado que estos personajes fueron “colocados” ahí por alguien, con una misión específica: apartar a la sociedad, donde desarrollaron sus actividades, de la barbarie y conducirla hacia un estado de evolución determinado, aunque el principal logro fue conseguir que aquellos pueblos que vivían a su aire, cada uno a su manera, se nuclearan formando una sociedad fuerte, eficaz y con perspectivas de futuro.

De algunos de ellos, y de algunos hechos en los que fueron protagonistas, se dice que pertenecen a la mitología, y que no existen pruebas de su realidad o de su existencia. Ocurre así, por ejemplo, en el caso de Moisés.

Sobre el Exodo se duda, y se apoyan esas dudas en el hecho de que no existen menciones escritas de los historiadores contemporáneos a ellos, por lo que sólo han llegado a nosotros las noticias que hacen mención a sus obras y “milagros”, (y nunca mejor dicho), a través de relatos místicos y míticos, que hace que los historiadores actuales los consideren personajes de leyenda, creados con un objetivo moralizante, pero sin existencia real.

Puede que esta forma de pensar, o el método elegido para establecer qué es verdad y qué no lo es, sea erróneo en algunas ocasiones.

¿Por qué digo esto? Pues por la sencilla razón de que en ocasiones hay que ver más allá de lo que se nos presenta, y detectar que determinados hechos y personajes pueden estar “disfrazados” con otros nombres. Vemos el disfraz, o sea el que aparece en las Escrituras Sagradas, y no reconocemos al personaje real, que ése sí está registrado en los anales históricos.

Es decir, dos nombres para un mismo personaje. Y decimos que el mismo personaje no existió o que sí existió, dependiendo del nombre que tengamos delante, pensando que uno es histórico y otro mítico, cuando en realidad se trata del mismo personaje.

Aplíquese la misma fórmula en lo que respecta a los pueblos, y en el caso que centra más mi atención, al pueblo de Israel.

Decía que esos seres fueron colocados ahí por “alguien”, pero ¿quién podría ser ese “alguien”?.

Pienso en los “dioses”. Por supuesto, ante el escándalo de los que ven los relatos antiguos de manera convencional, claro.

La Humanidad primitiva necesitaba, una vez creada o manipulada partiendo de los “Homo sapiens”, (o sea, con una manipulación artificial, dentro de su evolución natural), de alguien que les ayudase a crecer y desarrollarse de una manera racional, formando sociedades debidamente estructuradas.

Para ello se “insertaron” estos líderes, que fueron, unos reyes y otros guías y/o legisladores de estos primitivos pobladores, moises_2para que pudieran tener un futuro y no se diluyeran en la noche de los tiempos, como ocurrió con muchos grupos sociales que no se estructuraron de ninguna manera.

Decíamos que Moisés y cuanto se refiere al Exodo no existió, pues no se habla de ellos en los anales históricos.

 

¿Y si lo buscamos con otro nombre?¿Qué tal el nombre de Akenatón, por poner un ejemplo? ¿Así sí?

 

Todo alrededor de Akenatón es un misterio, pues al convertirse en un faraón “hereje”, cuanto hacía referencia a este hombre fue borrado concienzudamente de la lista de los Reyes de la XVIII Dinastía.

Akenatón fue coronado al morir el hijo mayor de Amenofis III, (Tutmosis), con el nombre de Amenofis IV, (Neferkheprure Wa´Enre Amenofis), (1353-1355 a.C.). Estamos situándonos en el final de la XVIII Dinastía.

Durante cuatro años conservó ese nombre, pero a raíz de cierto encuentro misterioso en el desierto, con lo que se consideró “el disco de Atón”, cambió su nombre por el de Akenatón, que significa “El resplandor de Atón”.

Su vida, a partir de ese encuentro con el dios del Sol cambió radicalmente, consagrándose a su dios de forma absoluta, convirtiéndolo en el centro de su vida, y tratando de convertirlo en el centro de la vida de Egipto.

Este dios sospecho que se trataba de nuestro viejo conocido Y´ovah, o Jehová, del cual sabemos que era de carácter irascible, cruel y extremadamente celoso. No quería compartir culto con ningún otro dios, y esto iba a traer complicaciones, sobre todo en Egipto, cuya sociedad era tremendamente politeísta.

 

“Yo ejecutaré contra todos los dioses de Egipto”, (Exodo, 12:12).

 

Akenatón impuso el monoteísmo en todo el reino, aunque no tuvo un éxito total, pues los egipcios continuaban adorando a sus dioses tradicionales a escondidas. Al menos de momento, desaparecían los dioses con cabeza de animal.

Sin embargo este nuevo culto sí consiguió varios cientos de miles de seguidores.

Akenatón cambió muchas cosas en Egipto, y una de ellas fue abandonar Tebas y crear una nueva ciudad consagrada a Atón a unos trescientos kilómetros al sur.

Esta ciudad fue llamada Aketatón, que significa “la que está cerca de  Atón”, o “El horizonte de Atón”, y que en la actualidad constituye lo que se conoce como las ruinas de Tell el Amarna, que es el nombre que le han puesto los árabes.

Y Atón le habló al Faraón y le dijo que debía instaurar un sólo culto, para lo que debía suprimir a los demás dioses, sobre todo al que hasta entonces era el dios central: Amón, (Amón-Ra).

Akenatón tuvo graves enfrentamientos con los sacerdotes de Amón durante su reinado que duró algo más de 17 años,  quienes hasta entonces habían gozado de grandes privilegios de los que fueron despojados y sus templos cerrados y abolido cualquier otro culto que no fuese el destinado a Atón.

Akenatón dejó abandonados los asuntos de Estado en manos de sus       colaboradores, dedicándose de manera absoluta a su religión, lo que provocó un declive de Egipto, que aprovecharon sus enemigos, como los hititas, que redujeron los límites del imperio egipcio, amenazándolos peligrosamente.

Esto originó todo tipo de conspiraciones y odio contra el Faraón, gestándose su derrocamiento y su muerte.

Hubo pues enfrentamientos armados entre los partidarios del politeísmo y los seguidores de Akenatón y adoradores de Atón, cuyo disco había sido visto descender de los cielos y aterrizar en el desierto ante los ojos del Faraón.

Hubo al parecer una guerra civil, y se dice que Akenatón fue muerto junto con sus seguidores, pero nada se sabe con seguridad, ni se ha encontrado su momia, (sólo su sarcófago, pero con otro “huésped” en su interior).

 

nefertitiSí se encontró la momia de Nefertiti, su esposa,  con el brazo que sostendría el cetro arrancado, desposeyéndola así de su mando, ycon un golpe en la boca de la momia, signo clarísimo del odio que se tuvo a los integrantes de la XVIII Dinastía en general.

Así pues, como resultado de esta guerra civil,  Akenatón y sus seguidores habrían sido muertos, y el culto de Amón restaurado, pero no todos los investigadores están de acuerdo con este final de la historia.

Se habla de un destierro, que se llevaría a cabo en las tierras de Madián, región del sudeste de la Península del Sinaí, estando Akenatón amenazado de muerte si regresaba a Egipto.

Se daba a elegir, a los integrantes de las familias nobles, cuando cometían una falta grave, entre el suicidio o el destierro. No parecían muy dispuestos, al parecer, a la pena de muerte.

En la Biblia se dice que Moisés huyó a Madián, por haber matado a un capataz egipcio que maltrataba a un hebreo.

Sobre la identidad de Akenatón con Moisés coinciden muchos investigadores.

Algunos lo afirman categóricamente, como Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. El fue el primero que estableció esta relación. Incluso llegó a publicar un estudio que tituló “Moisés y el monoteísmo”, en 1939, y que hizo que otros se plantearan, también, esa posibilidad.

 

Pero a partir del destierro a Madián, las cosas ya no están tan claras. Es en ese momento, supuestamente histórico, cuando los estudiosos e interesados en estos temas astroarqueológicos no se ponen de acuerdo.

Para muchos, Akenatón murió envenenado por alguno de los muchos enemigos que se había creado, mientras que Moisés sería un noble o un príncipe egipcio muy posterior en el tiempo, que fascinado por la personalidad y la religiosidad de Akenatón quiso continuar o resucitar su obra y crear un pueblo monoteísta.

Para el sacerdote egipcio Manathón, que fue el que recopiló con la mayor exactitud los datos de las dinastías faraónicas, Moisés fue un sacerdote de Osiris, mientras que para Flavio Josefo, el historiador de los judíos, Moisés fue un importante jefe militar en Etiopía.

Algunos sitúan los acontecimientos que conocemos como Exodo en la XIX Dinastía, durante el reinado del Faraón Merneptah, pero no podría ser que, en ese caso Moisés y Akenatón fuesen la misma persona, pues habría que sumar, desde Akenatón hasta Merneptah casi cien años, contando desde Horemheb, que sería el último de la XVIII Dinastía, Ramsés I, Seti I y Ramsés II, (éste gobernó durante 67 años, por lo que cuando Merneptah tomó el relevo ya era bastante mayor). Demasiado tiempo.

Por cierto, Merneptah no murió ahogado, sino por calcificación de sus arterias.

Tampoco sé de ninguno de los que le precedieron que muriese ahogado.

Como no hay registros históricos que fijen a Moisés en esa época, y sólo podemos guiarnos por los registros religiosos, que siempre son subjetivos y poco fiables, nos entra la duda de si estamos hablando realmente de dos personas o de una sola, pero con la fecha supuesta del Exodo errónea.

Posiblemente esto último sea lo realmente cierto.

Sea como fuere, a este personaje, a  quien podemos llamar ya Moisés, lo       encontramos apacentando las ovejas de su suegro Jetro, en las cercanías del Sinaí, cuando se fijó en una… ¿zarza ardiente que no se consumía?.

Eso dice la Biblia y otros escritos religiosos.

Este es otro de los contactos que este hombre tiene con la Divinidad, fuese ésta quien fuese.

Y esta Divinidad estaba dispuesta a hacer pagar caro a los egipcios el haber rechazado el Monoteísmo, donde él era el único dios.

En las inmediaciones de la zarza ardiente, que en astroarqueología se identifica como una astronave de los Elohim, pero que en realidad era una planta espinosa, (pero no una zarza), de nombre “senéh”, de la cual toma nombre el monte Sinaí, (tambien llamado Horeb), una voz advierte a Moisés que debe descalzarse, pues está en terreno sagrado.

Ese terreno sagrado es el Sinaí, que todos los pueblos de la zona consideraban como “la morada de los dioses”.

Por cierto, se habla, (al referirse a las actividades de los dioses entre los humanos), de esta zona como el “espacio-puerto” del Sinaí, que se hallaría en el interior del monte. Allí estaría toda una base astronáutica de los dioses.

En el Exodo, a Yahvé se le llama “el Dios de la montaña”. ¿Tiene algo que ver Yahvé, la zarza ardiente y la montaña, con el dios quenita del fuego cuya habitación es el Sinaí?.

Moisés descubre que se halla ante el dios que tantas complicaciones estaba       trayendo a su vida y a sus seguidores. Tiene que cubrirse la cara, pues no es posible mirar a ese dios directamente. Ni siquiera los más allegados a Y´eová, o Enlil podían mirarlo con serenidad. ¿Qué aspecto terrible sería el que tenía este dios?.

Para acabar de complicar las cosas, este ser celestial le encarga la difícil misión de sacar a los hebreos de Egipto, crear un pueblo con ellos, y trasladarlos a una tierra que está ocupada por otros pueblos, a quienes tendrán que vencer y exterminar.

Por cierto que Madián, (MDYN) significa “El que genera la ley”, y fue la LEY la que se le dio, durante el Exodo, a Moisés y su pueblo, en ese mismo sitio.

Algo le dice el dios a Moisés que me deja perplejo:

 

“Yo haré de ti un Elohim, y Aarón, tu hermano, será tu profeta”.

 

¿Eleva el dios a Moisés a la categoría de dios?. ¿O es un reconocimiento que hacen los escribas de lo sagrado de la divinidad de éste, como divinidad tenían todos los faraones?.

Moisés le pregunta a este dios con qué nombre debe identificarlo cuando los hebreos le pregunten por él. Dios le responde:

Como esto no es muy aclaratorio, tenemos una definición un poco más amplia, también facilitada por este Elohim:

 

“Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros.

Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos” (Exodo 3:15).

 

Moisés le comenta a este dios que no tiene muy claro cómo se va a dirigir al pueblo de Israel, pues tiene problemas para expresarse correctamente. A esto, Dios le contesta que Aarón hablará por él, y el propio Dios se expresará, también, a través de su boca.

Sobre esto, los estudiosos de Moisés no están muy seguros de cuál podría ser esta dificultad para expresarse. Piensan que al ser egipcio, no hablaría el arameo, lenguaje de los hebreos.

Yo no estoy de acuerdo, pues los hebreos llevaban muchos años viviendo en Egipto, por lo que se supone que conocerían todos los lenguajes que se utilizasen en la zona, ya que vivían y desarrollaban sus trabajos como esclavos en Egipto, debiendo recibir las instrucciones necesarias en un lenguaje que conociesen bien. Pero es que, además, la lengua egipcia en esos tiempos está relacionada con lenguas semíticas, como el arameo, el árabe, el hebreo, así como con otras lenguas africanas.

¿Tendría Moisés, entonces, algún problema físico?.

Aquí se centra mi atención, pues de Akenatón sabemos que poseía una enfermedad de origen genético, que le producía una deformación física, con un vientre abultado y desproporcionado. De Moisés no se dice nada de que padeciese ninguna enfermedad, salvo la imposibilidad de expresarse bien, para hacerse entender. ¿No eran, pues, la misma persona?.

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El problema de Akenatón era lo que hoy día se llama “Síndrome de Marfan”.

Si buscamos los datos de esta enfermedad, vemos que crea problemas numerosos en los tejidos, corazón, pulmones, deformaciones en brazos, dedos, problemas en los ojos, rotura y sangrado de arterias, con lo que se originaría la muerte.

En la boca se originaría un “paladar alto con los dientes apiñados”.

¿Podría esto ser la causa de las dificultades para expresarse de Moisés?.

Si Moisés tuviese el “Síndrome de Marfan”, esto podría ser determinante para la identificación de Akenatón con Moisés. Entonces, bajo mi punto de vista, la identificación sería al cien por cien real. ¿Tendríamos la solución al rompecabezas? . Sin embargo, no encuentro en las Escrituras Sagradas, por más que rastreo, nada que haga referencia a este mal en el Patriarca. Empiezo a dudar de la identidad Akenatón-Moisés.

¿Y el pueblo hebreo?. ¿Es cierto que se hallaba en esos días establecido en Egipto, en condiciones penosas, realmente como esclavos?.

El pueblo hebreo, considerando a éste como un grupo de tribus o clanes cuyo único vínculo común era el religioso, dirigido cada clan por un Patriarca que reunía en sí mismo las funciones de jefe tribal, sacerdote, legislador, juez, etc., provenía de lo que se ha dado en llamar Creciente Fértil que abarca desde el Nilo hasta el Tigris y el Eufrates.

En ocasiones y debido a determinadas circunstancias estos clanes o tribus se dejaban conducir por un solo jefe, y esto sucedió con Abraham, quien fiel a un pacto establecido con Yahvé se estableció, con estos grupos, en Canaán.

Estos hebreos emigraron a Egipto, debido a una época de grave carestía, y allí estuvieron durante 215 años. Llegaron cuando gobernaba el pueblo invasor de los Hicsos, (recordemos lo que nos contaban de pequeños sobre José y su exaltación por el Faraón).

Muchos estudiosos creen que fue Ramsés II de la XIX Dinastía el opresor de ese pueblo, y a Meneftaph como el Faraón del Exodo. De ser así, no existe identidad alguna con Moisés y Akenatón.

Para acabar de liar las cosas, el sacerdote Manathón, (Manetón), escribe lo siguiente:

 

“…después de que las bocanadas del disgusto de Dios destrozaran Egipto, un faraón llamado Toumosis negoció con el Pueblo Pastor, el pueblo del este, para que evacuara Egipto y fuera donde quisiera sin ser molestado”.

 

O sea, las plagas de Egipto y el Exodo. ¿Lo tendríamos ya situado?. ¿Fue, entonces algo real?.

Este Faraón sería Tutmosis III, (1479 a 1425 a.C.),  pero resulta ser anterior a Amenofis IV, (Akenatón), (1353/2 a 1338/6 a.C.).

De ser así, Moisés habría traído el monoteísmo antes que Akenatón. La cosa está complicada.

Los judíos tenían, como era de suponer, varias “biografías” de Moisés, todas ellas antiquísimas, y en esas vidas el nombre que se le aplica no es el de Moisés, sino Moni. Creen que MO significa “agua” y NI la partícula “de”.

Otros nombres adjudicados a este personaje serían Thetmosi, Adomosi,  y Joakim. Aceptaban lo que el sacerdote Manethón decía, sobre que Moisés era Ozarzif, sacerdote de Osiris.

Algunos de esos escritos fueron traducidos al latín en el año 1635, y a través de un fragmento de uno de estos relatos podría aclararme las dudas que yo tenía sobre la “dificultad para expresarse” de Moisés, dificultad que expuso a Jehová en el Sinaí, por lo que iba a requerir los servicios de su hermano Aarón como intérprete.

Parece que Moisés estaba jugando, cuando era niño, (tendría unos tres o cuatro años de edad), junto al Faraón, su mujer y su hija, durante un banquete.

El niño cogió la corona del faraón y se la colocó.

Un mago, un eunuco del rey, llamado Balaam, al ver ese gesto del niño, le advirtió al Faraón que ese niño era el que veía en sueños creando problemas en Egipto, por lo que debía matarlo.

El Faraón había soñado con una balanza en la que en un platillo estaban todos los egipcios, y en el otro estaba tan sólo una persona, que pese a estar sola, inclinaba la balanza a su favor.

Esto, según Balaam, significaba que alguien iba a perjudicar gravemente a los egipcios. Y ahora, Balaam creía que el que iba a poner en peligro a Egipto y a su Faraón era este niño, que se colocaba la corona.

Cuando el Faraón iba a dar la orden para que lo asesinasen, un Elohim, disfrazado de oficial egipcio, le dijo:

 

“Señor, no debéis matar a un niño inocente que no está en edad de ser discreto. Si se ciñó vuestra corona es porque no tiene juicio todavía.

Ponedle delante un rubí y un carbón encendido. Si toma el carbón es señal de que es imbécil y no debéis temerle. Si elige el rubí será señal de que es muy sutil y entonces debéis matarle”.

 

Así lo hicieron, pero Moisés eligió el rubí, por lo que el Elohim hubo de hacer una maniobra de escamoteo cambiando el rubí por el carbón.

El niño se metió el carbón encendido en la boca y se abrasó de tal forma que quedó TARTAMUDO  para siempre.

¡Ya tenemos la causa de su dificultad para expresarse!.

Algo hemos aclarado de esta historia.

Bien. Después del episodio de la zarza ardiente, tenemos a Moisés desplazándose a la corte del Faraón, acompañado de su esposa Séfora, hija de Jetro, y de su hijo Gersom.

Un Elohim se acerca a éllos, durante el camino, y ordena que Séfora circuncide a su hijo, cosa que ésta realiza con un cuchillo de piedra.

La circuncisión era una costumbre egipcia y de otros pueblos, que Moisés introducirá entre los israelitas por orden de los dioses. En Egipto tenía una antigüedad de unos cinco mil años, y su función era la de mejorar la vitalidad y limpiar los flujos naturales del cuerpo. Era pues, una práctica de higiene.

Hoy día tiene una significación religiosa para los judíos y los musulmanes, y de higiene para otros países, como en los Estados Unidos o Gran Bretaña, (en este país se circuncidan, incluso, los varones de la Realeza), y en general, muchos individuos de clase media y alta.

Cuando estaban a punto de llegar a su destino, salió al encuentro de Moisés y sus acompañantes, el hermano del Patriarca, Aarón, que insultó a Séfora, llamándola prostituta, pues no veía bien que su hermano se hubiese casado con una persona ajena a sus creencias religiosas y a su pueblo.

Como Aarón se pone muy idiota, Moisés envía a su esposa y a su hijo de regreso, y se dirige con Aarón a visitar al Faraón, para pedirle la libertad del pueblo hebreo, lo que iba a ser el desencadenante de una serie de conflictos que acabarían con la aparición de una serie de plagas terribles, y otros prodigios causados por la intervención de los Elohim.

Aarón y Moisés se presentaron ante el Faraón y le pidieron que dejase salir al pueblo de Israel, para que pudiera ofrecer sacrificios a Jehová en el desierto.

El Faraón, sorprendido primero y con gran enfado después, les dijo:

 

“Moisés y Aarón, ¿por qué pretendéis apartar al pueblo de Israel de su trabajo?. ¡Volved a vuestras tareas!.. Ahora que el pueblo se ha multiplicado y es numeroso, ¿ahora queréis apartarlo de sus tareas?”.

 

El Faraón decidió aumentar la presión sobre el pueblo hebreo, y les dijo a sus cuadrilleros:

 

“A partir de ahora no entregaréis paja a los obreros para hacer los ladrillos. Deberán ellos mismos ir a buscar esa paja. Pero no se les reducirá el número de ladrillos que deben realizar, ni podrán retrasarse en sus trabajos”.

 

Esto lo dijo el Faraón como represalia por la desfachatez de los dos hermanos, al realizar sus peticiones de parte de Jehová.

 

“¿Quién es ese Jehová?. Yo no le conozco y no haré caso a su petición”.

 

El pueblo, representado en sus capataces, se enfadaron con Moisés y Aarón, y les recriminaron lo que habían hecho, por culpa de lo cual sus condiciones de trabajo habían empeorado.

 

“Que Jehová os examine y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante el      Faraón y sus siervos, y les habéis puesto la espada en la mano para que nos maten”

 

Y Moisés expuso estos problemas al Elohim, nuevamente en el Sinaí, y le preguntó por qué afligía a su pueblo, pues el Faraón había aumentado su mal trato desde que ellos habían aparecido.

Jehová, que ya había previsto que algo así fuese a suceder, trata de hacer entrar en razón al Faraón y a los egipcios en general, a través de lo que se conoce como las diez plagas que asolaron Egipto.

¿Fue algo real, o es una adaptación y utilización, con fines religiosos, de algo de origen totalmente natural, aprovechado para crear un efecto moralizante?.list_64

Las diez plagas serían las siguientes:

1. Conversión del agua en sangre.

2. Una plaga de ranas y sapos invaden Egipto.

3. Plaga de piojos.

4. Innumerables moscas tremendamente molestas.

5. Peste sobre caballos, camellos, ovejas, etc.

6. Plaga de úlceras.

7. Granizo mezclado con fuego.

8. Plaga de langostas.

9. Tinieblas con una duración de tres días. Eran tan densas que podían notarse al tacto.

10. Muerte de los primogénitos.

Es muy posible que tanta plaga podría quedar reducida a sólo dos en la realidad: La sangre en el agua y la muerte de los niños egipcios, pero no exclusivamente los primogénitos.

La sangre en el agua podría referirse a una contaminación de las aguas por un alga con una bacteria, de coloración roja, que debido a un aumento de la temperatura podría haber proliferado en exceso, provocando la apariencia de sangre en el agua.

Las aguas contaminadas podrían haber causado una gran mortandad, sobre todo entre la población infantil.

Los hebreos, al vivir en Ghosén, se habrían librado de esas plagas.

¿Ranas?. Si las aguas se contaminan, las ranas salen del agua y mueren.

Piojos, langostas, moscas y mosquitos transmisores de enfermedades, podrían derivarse de ese aumento de las temperaturas, o como consecuencias de las plagas precedentes.

¿Qué pudo pasar en realidad?.

Lo que pudo ocurrir es que, aprovechando la calamidad de una serie de plagas derivadas unas de otras, los hebreos huyeron hacia el desierto, y a partir de esa huída comenzó lo que se conoce como Exodo, relato que constituye una mezcla de hechos reales y otros no tan reales.

El Faraón ni siquiera habría llegado a hablar con Moisés y Aarón, pues eran muy pocas las personas que podían llegar hasta su presencia y dirigirle la palabra.

Sin embargo, no todos los estudiosos están de cuerdo con esta presentación natural de las plagas, sino que creen que éstas fueron originadas por Jehová.

Los Elohim manejaban muy diferentes tipos de armas terribles, y entre ellas figuraban la del control del clima, la variación de las condiciones medioambientales de una zona, fuera lo amplia que fuera, así como la creación de enfermedades de manera voluntaria, lo que hoy día podemos hacer nosotros mediante las guerras biológicas y químicas, por lo que no sería extraño que hubiera resultado así.

Además existe una mención clara de la hora en que se va a desarrollar la matanza de los primogénitos, (“alrededor de la medianoche.. .”), debiendo los hebreos marcar las jambas de sus casas con sangre de cordero, para que el Elohim respetase esos hogares y no introdujese en ellos la muerte.

Parece muy probable, a raíz de todos estos acontecimientos que venimos comentando, que el pueblo hebreo se formó como tal pueblo o nación a raíz de su “huída” de la zona contaminada por las llamadas plagas.

Fue una huída, una escapada. Por lo tanto, no fue el Faraón quien autorizó esta salida, sino que ellos se aprovecharon de las circunstancias.

Sin embargo, vuelven nuevamente a la carga las palabras del sacerdote y escriba egipcio Manethón, achacando las plagas de Egipto al dios de los judíos, palabras que ya hemos citado anteriormente, y que vuelven a llenarme de dudas:

 

“…después de que las bocanadas del disgusto de Dios DESTROZARAN EGIPTO,       un Faraón llamado Toumosis negoció con el Pueblo Pastor, el pueblo del este, para que evacuara Egipto y fuera donde quisiera sin ser molestado…”.

 

El problema de estos relatos sobre lo que pudo ocurrir en esta época es el desorden cronológico existente, pues para los hebreos lo único importante de lo que escribían era su significación espiritual, y el potenciar la intervención divina en todo cuanto se refiriese a ellos, la hubiese o no.

De esa forma unían diferentes sucesos y no les importaba el orden de sucesión de esos hechos, por lo que se complica sobremanera el intentar, a veces, descifrar algún misterio.

De ahí las dudas sobre la realidad de estos sucesos e incluso de la propia existencia de Moisés.

Ahora bien, si acudimos nuevamente a Manethón, éste nos dice sobre el Patriarca:

 

“Moisés, un hijo de la tribu de Leví, educado en Egipto, iniciado en Heliópolis, se hizo Alto Sacerdote de la Hermandad, (¿de la Serpiente?) bajo el reinado del Faraón Amenhotep, (AKENATON). El fue elegido por los hebreos como su jefe. El adaptó a las ideas de su pueblo, las ciencias y la filosofía que él había obtenido en los misterios egipcios; las pruebas de esto serán encontradas en los símbolos, en las Iniciaciones, y en sus preceptos y mandatos…El dogma de “un sólo Dios” que él enseñó, en la interpretación de la Hermandad Egipcia y enseñanzas  del Faraón que       estableció la primera religión monoteísta conocida al hombre”.

 

Creo que Manethón se expresa con la suficiente claridad, y habla de dos  personajes diferenciados, si bien con una misión religiosa común: Akenatón y Moisés.

Pero en todo este entramado, tenemos a alguien que atrae mi atención sobre todo lo demás: Jehová, también llamado Yahvé, también llamado ¿Atón?.

Moisés, a quien se le supone sacerdote egipcio del culto de Osiris, había conocido en su templo todos los misterios de la religión egipcia. En cada templo existía lo que se llamaba la “Casa de la Vida”, donde se enseñaba a leer y a escribir, así como diversos conocimientos y oficios varios.

Disponían estas Casas de la Vida de una importante biblioteca, con papiros conteniendo el saber religioso, técnico y literario. También se enseñaba Magia y Moisés llegó a ser un gran mago, lo que demostró en muchas ocasiones a través del Exodo israelita. Su cayado se convertía en una serpiente a voluntad y con él obraba toda clase de prodigios. La Hermandad de la Serpiente era una organización esotérica, cuyos fines estaban orientados a liberar a los humanos de la esclavitud que sobre ellos ejercen los dioses. Todos los dioses odiaban intensamente a esta Hermandad. ¿Por qué, entonces, Moisés decidió servir a Jehová?.

Reconvertido al culto de Atón por la atracción que ejerce sobre él la personalidad y la religiosidad exacerbada de Akenatón, atribuyó a Yahvé o Jehová las características y cualidades de Atón o Atum, dios egipcio del cielo, y causa de todas las aventuras y desventuras de Akenatón. Claro que esta atribución vendría porque precisamente Jehová sería el mismo dios Atón.

Así que vemos al principio un sincretismo que va depurándose, hasta convertirse en una religión monoteísta, de la mano del Faraón iluminado, que conquista el corazón y la voluntad de Moisés, sobre todo cuando éste último se ve en la presencia real y terrible de Atón, llamado después Jehová. Moisés es, por tanto, creo yo, un continuador de Akenatón, pero no es Akenatón.

Jehová, y en general los Elohim, son la personificación de la crueldad, excepto Enki (Baal) y sus partidarios. Criaturas sanguinarias, dadas a una violencia excesiva por cualquier nimiedad.

Jehová, concretamente, exigió una obediencia ciega de los hebreos, y cuando alguien no se comportaba según los deseos de este dios, (insisto, con minúsculas), no dudaba en exterminarlo. Usaba diferentes modos para matar, teniendo en su “Gloria” en la que se desplazaba, todo un arsenal de exterminio muy variado.

Desde luego, es un dios muy alejado de lo que se entiende por Dios.

Una vez que los hebreos son reunidos y dirigidos por Moisés, comienza un largo caminar, en pos de la Tierra Prometida, dirigidos por ese tal Jehová y su Sumo Sacerdote Moisés.

Esa Tierra Prometida está ocupada por otros pueblos, otras gentes. La orden de Jehová es clara y precisa: Deberán exterminarlos a todos, pasarlos a cuchillo, incluidos hombres, mujeres y niños, y también sus animales. El exterminio debe ser total y absoluto.

A mayor gloria de su dios.

Sólo existe un pueblo: Israel, un Guía: Moisés, un desierto terrible por delante, y al final una tierra para todos: La Tierra Prometida.

Comienza el Exodo.

Detrás queda un imperio que se desmorona y desaparece lentamente: Egipto, un imperio forjado a la sombra de las pirámides.

Angel Rodríguez Alvarez


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